José Martí nos enseña que quien resiste con perseverancia acaba trinfando

TRES HEROES - José Martí

Hay hombres que viven contentos aunque vivan sin decoro. Hay otros que padecen como en agonía cuando ven que los hombres viven sin decoro a su alrededor. En el mundo ha de haber cierta cantidad de decoro, como ha de haber cierta cantidad de luz. Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana. Esos hombres son sagrados.




Un hombre solo no vale nunca más que un pueblo entero; pero hay hombres que no se cansan, cuando su pueblo se cansa, y que se deciden a la guerra antes que los pueblos, porque no tienen que consultar a nadie más que a sí mismos, y los pueblos tienen muchos hombres, y no pueden consultarse tan pronto. Ese fue el mérito de Bolívar, que no se cansó de pelear por la libertad de Venezuela, cuando parecía que Venezuela se cansaba.



miércoles, 4 de noviembre de 2009

TENERIFE Y PASCUA: LEVANTANDO MOAIS

El geógrafo Jared Diamond describe en su libro Colapso (2005) diversos ejemplos de civilizaciones que acabaron extinguiéndose completamente, como son los mayas del Yucatán, los vikingos de Groenlandia, o los aborígenes de la isla de Pascua. En los casos mencionados puede atribuirse este final, en todo o en parte, a la sobreexplotación de recursos naturales limitados por una población en crecimiento, lo que trae la decadencia y colapso final de la civilización. El colapso no siempre es inevitable: en el mismo libro se estudian diversos ejemplos de comunidades que gracias a una gestión sensata de sus recursos han sobrevivido durante miles de años hasta el día de hoy.

El caso de la isla de Pascua es ilustrativo, porque su colapso se debió exclusivamente a la sobreexplotación de recursos, sin que por su aislamiento sufrieran ninguna otra influencia, como por ejemplo invasiones o rupturas de relaciones comerciales. Los primeros europeos que llegaron a la isla en el siglo XVIII se encontraron con un territorio árido y baldío, habitado por unos pocos centenares de habitantes atrasados y miserables. No obstante, las casi 900 estatuas gigantes de la isla, los célebres moais, testimoniaban que alguna vez debió existir una civilización floreciente que las erigiera. Los paleobotánicos han demostrado que antes de la llegada del hombre, durante cientos de miles de años, y al menos durante los primeros tiempos de la colonización humana, la isla estuvo cubierta de bosques con árboles altos. En la actualidad en cambio, la isla de Pascua es uno de los ejemplos más extremos de destrucción forestal en el mundo: todo el bosque ha desaparecido, con todas sus especies extinguidas.

De la historia, tal como ha podido ser reconstruida, sabemos que los diversos clanes o tribus en que estaba dividida la isla se embarcaron en una carrera de prestigio en la que todos pugnaban por superar a los demás en la erección de moaís (se supone que representaban jefes o antepasados del clan), para lo que no dudaron en agotar el bosque del que extraían la madera para transportar los moais, en una especie de trineos, desde la única cantera de la isla en la que se esculpían hasta su emplazamiento situado en la costa, así como para construir el andamiaje para erigir el moai y edificar la plataforma sobre la que descansaba, el ahu. Es posible que la erección de moais en esa época se convirtiera en el motor de economía de la isla, en la principal fuente de empleo, y si alguien se dio cuenta de lo insostenible de la situación, las fuerzas vivas del clan seguramente lo acusaron de estar vendido a los clanes vecinos y forzaron a continuar por la senda del crecimiento.

Al escasear la madera dejaron de producir canoas con las que practicaban pesca de altura, su principal fuente de proteínas. La deforestación causó erosión, lo que obligó a abandonar gran parte de sus tierras de cultivo. Pese a todo siguieron erigiendo moaís cada vez mayores, hasta que talaron el último árbol y ya no pudieron continuar. Aún quedan moais a medio esculpir en la mencionada cantera. Finalmente, hacia finales del siglo XVII, llegó una grave crisis alimentaria, fueron derrocados los jefes tribales, estalló la guerra civil y la isla de Pascua se desangró hasta su total ruina.

En la isla de Tenerife nuestras clases dominantes parecen atacadas de la misma ceguera; quieren gastar los recursos que tenemos, y los que no tenemos, en una serie de proyectos de utilidad dudosa, con los que esperan ganar mucho prestigio, compitiendo con la isla vecina: un tren de alta velocidad en una isla en la que apenas tiene espacio para acelerar y frenar, para ganarle apenas unos minutos a la guagua, y que va a ir casi vacío porque está sobredimensionado para justificar la inversión; un puerto industrial en la zona más ventosa de la isla que no responde a ninguna demanda de tráfico de mercancías, en el que presumiblemente nunca o casi nunca atraquen barcos; una regasificadora que cuando esté terminada procesará un combustible varias veces más caro y mucho más escaso que cuando se proyectó; una segunda pista y nueva terminal, para un aeropuerto que ya funciona muy por debajo de su capacidad; anillos de autopistas cuya verdadera finalidad es urbanizar el territorio adyacente. En resumen, seguimos levantando moais.

Juanjo Triana

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